Guerra sucia (tomado de Cambio)
Con materiales de difícil detección y una mayor carga explosiva, los alzados en armas están ahora sembrando más minas antipersonal en el país.
Cuando el Infante de Marina Hernández llegó al Hospital de Cartagena, luego de pisar una mina antipersonal tipo balón, los médicos determinaron que lo mejor era amputarle las dos piernas para salvarle la vida. Ya en la cirugía, los cinco galenos que atendieron el caso quedaron sorprendidos por la agresividad del atentado y porque era la primera vez que veían la presencia de excrementos de animales en las extremidades afectadas.
Dos días después, pese a todos los esfuerzos , el soldado Hernández falleció porque su cuerpo no pudo resistir la mortífera infección.
El lamentable caso de Hernández, sin embargo, puso en evidencia una macabra modalidad de artefactos explosivos que grupos al margen de la ley están sembrando en toda Colombia. Se trata de unas minas antipersonal que, contrario a lo que el país conocía, tienen ahora una fabricación más casera y letal.
La nueva modalidad, utilizada fundamentalmente por los guerrilleros de las Farc y del Eln, consiste en balones de plástico rellenos con exageradas cantidades de explosivos, excretas y roca caliza que buscan no sólo pasar desapercibidos a los detectores de metal sino causar graves daños a quienes los pisen.
"La carga explosiva se ha multiplicado por 10 –dice el vicealmirante Fernando Román, inspector general de la Fuerzas Militares–. Hoy su poder es de tal magnitud que no sólo destruyen las piernas sino que comprometen otros órganos como los genitales. El objetivo es matar".
La nueva modalidad de minas es sembrada en caminos veredales, trochas, carreteras y a la sombra de los árboles, donde, con el más leve y sutil contacto, se activa.
Colombia es el tercer territorio más minado del mundo, después de Camboya y Afganistán.
"Es una verdadera tragedia nacional –agrega el vicealmirante Román–. Estos terroristas no tienen límites, y no les importa el Derecho Internacional Humanitario".
Según el Observatorio de Minas de la Vicepresidencia de la República, respaldado por la OEA, el crecimiento de las minas antipersonal ha sido notorio, y hoy hay más de 100.000 sembradas en el país. Un número que convierte a Colombia en el tercer territorio más minado del mundo, después de Camboya y Afganistán.
Es tal la situación con las minas antipersonal que sólo en la región de Montes de María, y en corregimientos como El Salao, Zambrano, Hato Nuevo, Charquitas y Loma Central, las autoridades han detectado la presencia de 2.500 artefactos.
"Estas minas pueden durar activas durante medio siglo –señala Luz Piedad Herrera, coordinadora del Observatorio de Minas de la Vicepresidencia–. Además para las comunidades los costos son muy altos, ya que afectan su movilidad, tranquilidad y productividad".
Para los expertos, más allá de los altos costos que acarrea desactivar una mina (10 veces más que construirla), el problema crítico es que cada mina enterrada en Colombia es un arma letal contra la población civil. En lo que va del año, estos artefactos han dejado 759 víctimas, y desde 1990 hasta hoy el número asciende a 4.000. Según los datos oficiales, cada día hay 2,6 nuevas víctimas de minas, y el 92% de los casos registrados ocurre en áreas rurales. Colombia, señalan los expertos, es el único país de América que todavía sigue sembrando minas en su territorio.
"Es muy triste esta situación –agrega Herrera–. Fuera del dolor humano, rehabilitar a cada víctima le cuesta al Estado cerca de 90.000 dólares".
Tras la firma de la Convención de Ottawa, en 1997, Colombia se comprometió a definir una política frente a esta problemática (ver recuadro). Una de las tareas más significativas que se realiza, con la colaboración de la OEA y países amigos, es la preparación de zapadores (expertos que desactivan minas) que son quienes se enfrentan cara a cara con el problema. Hoy hay 40 que han desactivado, con ayuda de los perros antiexplosivos, más de 2.400 minas en los últimos tres años. En 2003, las minas antipersonal neutralizadas fueron 380, el año pasado ascendieron a 858, y en lo que va corrido de este ya llegan a 1.176. "Con el respaldo de la OEA, estamos trabajando muy fuerte para contrarrestarlas –dice Roberto Padilla, uno de los zapadores–. La labor es en equipo y un error puede ser fatal".
Por ahora es claro que a los alzados en armas poco les interesan las víctimas y, por el contrario, cada vez crean nuevos tipos de minas que, además de ser aterradoras, son más difíciles de detectar.
Convención de Ottawa
Colombia firmó en 1997 y ratificó, mediante la ley 554 de 2000, la Convención de Ottawa que prohibe el empleo, almacenamiento, producción y transferencia de minas antipersonal. En ella el Estado se compromete a crear una estructura nacional encargada de destruir o asegurar todas las minas sembradas en el país. La Convención obliga a todos los grupos armados de oposición y a cualquier otra parte en un conflicto a no utilizar estos artefactos.
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