lunes, noviembre 20

Una interesante discusión semántica desde Urabá

Durante” o “en medio”
Juan Rodrigo García Fernández
Director, Fundación para el Apoyo de la Democracia en Colombia, FUNDAPOYO.
Columnista de URABÁ HOY


Hace años que muchos venimos insistiendo en la inconveniencia de amarrar los diálogos de paz o los tendientes hacia acuerdos especiales para la humanización del conflicto, a determinados índices de cese o disminución de las acciones violentas por parte de los actores armados ilegales del mismo. Reconocer al otro como sujeto para el diálogo desde ese presupuesto, se torna incluso contraproducente de varias maneras.
En determinado momento, como medida de ambientación de los acercamientos, los grupos armados pueden pasar a la ofensiva, como lo afirmaba hace 9 años Antonio García del ELN en respuesta a la revista Semana (agosto 31 de 1998): “Mire, si realmente existe una búsqueda de la paz hay que hacer conciencia de que estamos en guerra”.
En otros casos, las acciones militares pueden buscar precipitar el fin de las conversaciones. En todo caso, el condicionamiento a la disminución de las hostilidades, deja los procesos de paz a merced de sus opositores, que en todas partes los hay, así en la buena fe de la mayoría de los colombianos no tenga cabida la idea de que haya quienes, a diestra y siniestra, quieren mantenernos en guerra. La bomba del Cantón Norte nos ratifica en esta convicción.
La experiencia del Caguán nos dejó muchas lecciones, y una muy importante fue sobre los inconvenientes de negociar en medio del conflicto. Pero una cosa es negociar, “en medio” del conflicto, y otra muy distinta es hacerlo “durante” el conflicto.
El Gobierno Nacional y las FARC han pretendido volver a negociar en medio del conflicto, destinando a ese efecto una porción del territorio nacional, mediante difíciles fórmulas de acuerdo que ni las mismas partes parecen comprender, que la opinión pública dista mucho de aceptar de manera unánime, y con un objetivo que aunque abiertamente se dice, se limita al tema del canje, muchos quieren ver como la cuota inicial de un proceso de paz. Unos vemos allí una posibilidad de libertad para muchos seres humanos, pero también otros vemos allí un escenario más resbaloso que el del Caguán, puesto que se puede patentar la mercantilización de la vida humana con impredecibles consecuencias sobre el futuro del conflicto, toda vez que el canje de prisioneros por secuestrados se puede querer institucionalizar como práctica, trayendo como consecuencia un incremento de los secuestros con ese fin.
Creemos entonces que es mucho más adecuado abordar la búsqueda de la paz, dialogando “durante el conflicto”, tal como lo vienen haciendo el Gobierno y el ELN en Cuba.
Dialogar durante el conflicto no afecta el estatus de las partes ni obliga, hasta cuando se llegue a algún acuerdo de base para la negociación, a nada diferente a mantener la disposición para el acuerdo, sin alterar la naturaleza conflictiva de las partes. Dicho de otra manera, los subversivos siguen actuando en tal condición, y las fuerzas del Estado mantienen el deber constitucional de combatirlos, hasta tanto se llegue a un acuerdo en contrario, sin que cada ataque o contraataque ponga en peligro la continuidad de las conversaciones. Y el antídoto para las ventajas políticas inmerecidas que sabemos que se pueden obtener mediante conversaciones como las que se adelantan en Cuba, se obtiene mediante la participación de la Sociedad Civil y la Comunidad Internacional en condición de garantes de la transparencia política de las conversaciones.
Buscar la posibilidad de dialogar con las FARC, durante el conflicto, en un escenario neutral y poniendo la paz en el horizonte, puede acercarnos antes a la liberación de presos y secuestrados, que pretender un acuerdo especial en medio de un conflicto tan complejo, y lo más importante, puede acercarnos antes al que debe ser el objetivo de todos los colombianos: una paz sostenible, fundada en la realización de la justicia social.