Clara Isabel Vélez Rincón Medellín.
Una camiseta blanca con la foto de cuatro de sus familiares desaparecidos por presuntos integrantes de las autodefensas y una pancarta negra de la Corporación Madres de la Candelaria fueron la única compañía que María Helena Toro consiguió ayer en el Palacio de Exposiciones.
La mujer llegó al Primer foro internacional ideas para la paz: Esta historia la construimos todos, con la esperanza de que alguno de los desmovilizados de las Autodefensas Unidas de Colombia (Auc) le dijera qué pasó con su hijo, Franklin Aurelio; su hermana, Mercedes Toro Agudelo; su cuñado, Juan Carlos Ruiz; y su sobrina, Claudia Helena (hija del matrimonio desaparecido)."Sabía que aquí vendría gente de Urabá y, de pronto, ahora que se habla de un proceso de paz y que habrá verdad, justicia y reparación alguno, al verme con la camiseta, se me arrimara y me dijera qué pasó con ellos. Pero ¡nada! Me siento como dice el comercial de televisión: 'en el lugar equivocado'", se lamentó María Helena mientras escuchaba la intervención de Facundo Guardado, ex comandante del frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (Fmln) de El Salvador .El ex jefe guerrillero explicó a los asistentes el conflicto salvadoreño, la participación de países amigos en la búsqueda de una solución negociada, la intervención de la ONU y la situación del posconflicto."El Salvador es un país de 21.500 kilómetros cuadrados, con cinco millones de habitantes. Es mucho más pequeño que cualquier departamento o municipio de ustedes. Tuvimos una guerra que duró 12 años y en la que murieron 80.000 personas", recordó el ex guerrillero para ilustrar la magnitud del problema en su país.¿Verdad absoluta?También planteó dudas sobre la necesidad de establecer una verdad absoluta luego de una negociación. "Hasta qué punto los colombianos están dispuestos a saber cómo murió alguien. Cómo lo torturaron, cuántas puñaladas le dieron. En El Salvador apareció un libro en el que están los nombres de las personas que financiaron los escuadrones paramilitares que eran 80.000 hombres entrenados por el Gobierno. ¿Eso a quién beneficia?", se preguntó el ex guerrillero.Mientras lo escuchaba, María Helena miró a su alrededor.No encontró rostro conocido. Solo jóvenes desmovilizados que entraron y salieron del Pabellón Azul; un muchacho que escuchaba salsa en un discman a un volumen tan alto que pudo detectarse a dos filas de distancia y algunas adolescentes que parecían más interesadas en conseguir novio que en entender las experiencias de paz de otros países."Imagínense qué habría pasado si nosotros en El Salvador nos pusiéramos a pensar que en la villa o el barrio en el que vivimos está el responsable de la muerte de uno de nuestros familiares o amigos. Todavía estaríamos en guerra", afirmó.Luego, Guardado, habló de la importancia de generar confianza y la labor que Colombia, Venezuela, España y México cumplieron como amigos del proceso de paz en su país y el respaldo que dieron a la ONU."Lo más importante es la confianza y el compromiso más grande es que a los desmovilizados se les va a respetar su dignidad y su vida", afirmó Guardado.Sus palabras tocaron a María Helena. De nuevo, se sintió en el lugar equivocado, miró su pancarta en el piso y preguntó "¿y la dignidad de las víctimas dónde queda?"