editorial el colombiano mayo 17 de 2007
La ética de las filtraciones
EL COLOMBIANO sabe qué haría frente a una filtración ofrecida. Cada medio de comunicación hace lo que su código ético le mande. Sin embargo, bien valdría la pena una reflexión pensando, no en la chiva sino en el bien supremo, el bien común.
Cuando se filtró el casete con las acusaciones al presidente Ernesto Samper por lo que luego se llamó popularmente el proceso 8000, el diario El Tiempo nos preguntó qué habríamos hecho en caso de haber sido los receptores de dicho casete. Le contestamos que lo habríamos copiado pero que, sin publicar su contenido, se lo habríamos entregado al alto gobierno en cabeza de César Gaviria, advirtiéndole que teníamos copia que divulgaríamos, si lo considerábamos pertinente, según el curso que tomaran las investigaciones respectivas.
Ya antes habíamos hecho algo semejante con el procurador general de la Nación, Carlos Gustavo Arrieta, cuando EL COLOMBIANO hizo parte de una comisión investigadora de la sociedad civil para esclarecer la muerte en Blanquiceth, Urabá, de dos negociadores de la Corriente de Renovación Socialista, grupo con el que el Gobierno había iniciado unas negociaciones de paz que estaban en vilo por dichas muertes.
El resultado y las pruebas de la investigación, con fotos incluidas, fueron entregados al Procurador General, diciéndole que guardábamos copia que podría ser hecha pública cuando lo consideráramos pertinente. La Procuraduría reorientó la investigación y cuando dio un concepto al respecto hicimos pública nuestra investigación, la que compartimos antes de publicarla con los medios de comunicación que quisieron manejarla noticiosamente. Se trataba de contribuir a un proceso de paz y, con tal de que no se frenara, renunciamos a la chiva periodística, habiendo conseguido por nuestro propio esfuerzo la prueba reina.
Ahora vuelve a haber filtraciones que han sido publicadas en aras de la libertad de prensa. Las últimas le costaron la estabilidad a toda la Policía Nacional, lesionando la gobernabilidad de un país frágil que intenta salir adelante de tantas violencias que ha padecido.
¿Qué habría hecho EL COLOMBIANO en caso de ser el destinatario de las filtraciones? Lo mismo que habría hecho en los tiempos del 8000: entregarlas al Gobierno, guardando copia para garantizar que no se desestimaran y que, por el contrario, se hiciera una investigación exhaustiva.
Hay quienes quieren comparar lo que está pasando en Colombia con lo que pasó en Estados Unidos en épocas del Watergate. Pero hay una gran diferencia, porque en el Watergate fueron los periodistas quienes investigaron e hicieron pública su investigación que afectaba seriamente a Richard Nixon y que le costó la Presidencia.
En el caso colombiano, quienes investigan son fuentes interesadas en uno u otro objetivo que puede llegar a ser tan grave como una conspiración y que de todos modos lesiona la institucionalidad y los procesos judiciales pues, en muchos casos, no respeta ni siquiera la reserva sumarial. Los medios no tienen control ni de las filtraciones ni del proceso investigativo. Además, la filtración de información podría llegar a ser un negocio sucio que los medios podrían estimular.
EL COLOMBIANO sabe qué haría, lo ha dicho públicamente y quizá por tal posición jamás somos destinatarios de filtraciones. Cada medio de comunicación hará lo que su código ético le mande. Sin embargo, bien valdría la pena una reflexión mediática pensando, no en la chiva sino en el bien supremo que es el bien común.