Junio 22 de 2005
EDITORIAL Periodico EL TIEMPO (Bogotá)
Una zambra deplorable
El martes, el país asistió entre sorprendido y asqueado a un insólito espectáculo cargado de insultos. “Fuera”, “váyase”, “lárguese” fueron algunos de los improperios que se escucharon en el Congreso, en medio de una de las zambras más fenomenales que se recuerden. Para colmo, promovida por la mayoría uribista para sacar del recinto a la representante Gina Parody, con el apoyo vehemente del Alto Comisionado para la Paz y el Viceministro del Interior y Justicia.Salió, pues, a relucir lo peor de una institución que se supone teatro por excelencia de la discusión, y de un alto funcionario que no pocas veces ha pelado el cobre con una intemperancia y un carácter cascarrabias que en nada corresponden ni a su investidura (Alto Comisionado), ni a su trabajo (la paz), ni a su proclamada inclinación (la ternura).
Mala cosa. La democracia es, por naturaleza, el sistema político que privilegia la palabra. Ella trata de que no triunfe el violento o quien detenta la fuerza, sino quien, por medio del argumento, convence y logra el apoyo de la mayoría.
Ese, al menos, es el ideal.Para eso es, precisamente, el Congreso. Al cual se le llama también parlamento, porque allí hablan, 'parlamentan', representantes elegidos por el pueblo, para aprobar las mejores leyes. También, al menos, en teoría. Lo cual se cumple con diverso éxito, según la madurez política de las naciones.
Lamentablemente, no parece que en Colombia los honorables padres de la patria den muestra de gran aplicación en este campo. La gazapera del martes desdice de quienes vociferaban y pone en cuestión la naturaleza misma del parlamento. El Congreso es para eso, para hablar y para oír, inclusive a quienes se oponen y están en minoría, y no para intentar acallarlos a punta de gritos destemplados y palmadas en las curules, con el fin de expulsar del recinto a los contradictores.
Peor aún, el tema que se trataba era una ley –la de justicia y paz– de la cual muy seguramente va a depender en buena parte el futuro del país. Lastimoso que sea así como se ventilen las piezas legislativas que, en teoría, deben propiciar la paz. Y que de la patanería participen el Comisionado del ramo y Hernando Angarita, viceministro del Interior.
Luis Carlos Restrepo –quien a veces parece un siquiatra necesitado de urgente ayuda de algún colega suyo– está en mora de entender que su tarea puede y debe ser objeto de análisis y evaluación y que no puede salirse de casillas cada vez que alguien lo critique. Con más veras si esa crítica se hace con respeto y mesura. Como ocurrió ese día, pues Gina Parody, la parlamentaria objeto de la intemperancia de sus colegas, había salido en defensa del presidente Uribe, frente a unas acusaciones traídas de los cabellos del representante Petro que revivieron un antiguo proceso penal y lo cuestionaron directamente.
Mala señal le mandan así a un país que no está polarizado entre uribistas y antiuribistas, como muestran las encuestas, pero que, si se da en la flor de imitar a los congresistas, podría convertirse en invivible.
Gracias a Dios se acerca el receso parlamentario.La controvertida ley de justicia y paz, que comentaremos más adelante, terminó saliendo por la puerta de la cocina. No solo en medio de una riña de gallera que constituye la negación de la paz, sino de un espectáculo de intolerancia que ratificó que el Gobierno 'carameleó' con la oferta del liberalismo y el Polo Democrático de blindar la ley, si no con plenos mecanismos de verdad, justicia y reparación, a través de un consenso político, que más adelante buena falta hará.
Triste escena y pésimo ejemplo de convivencia democrática el que dieron miembros del alto Gobierno y parlamentarios uribistas al país. Ahora, cuando la censura cinematográfica baja sus topes a los 7 y los 15 años de edad, habría que aconsejar que las transmisiones parlamentarias las vieran solo los mayores de 40, pues son un pésimo ejemplo para los niños y jóvenes colombianos.
Tal parece que las más elementales reglas de urbanidad las desconocen enteramente la colección de adultos vociferantes del martes. A todos les vendría bien un curso intensivo del Manual de Urbanidad de Carreño. Para no hablar de uno de política. Pues, si esas son las lecciones de paz que le dan al país, no habrá manual que valga.Es verdaderamente lamentable que la ley de justicia y paz se haya aprobado sin amplio consenso y en medio de una zambra de antología.
editorial@eltiempo.com.co
1 comentario:
Doctores Padres de la patria.
vamos de c... reaccionen por favor
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