Un conflicto indecible
Por Juan José García Posada
Hay una fe rara en el poder creador o eliminador de las palabras, sobre todo cuando quedan grabadas en el papel. Me parece que este es uno de los rasgos idiosincrásicos de los colombianos. Se cree que basta la norma escrita y publicada para que sea eficaz y la orden se cumpla, o que se borre el texto para que la acción o el hecho denominados se olviden y desaparezcan.
Un simple decreto puede poseer la fuerza cabalística del abracadabra, hasta para curar graves enfermedades sociales. Por ejemplo, en el Congreso está avanzando hacia la aprobación la llamada Ley Antitrámites: El día en que la expidan, según la creencia, esta nación, como por ensalmo, sentirá el aire fresco del descongestionamiento de los despachos públicos y tendrá la burocracia más ágil y eficiente del planeta.
Según la antigua creencia, insisto.Desde el Siglo Diecinueve, mientras no se declarara una guerra no se creía que estuviera librándose y las ciudades gozaban de santa paz, así en los campos quedara un tendal de muertos. Una vez decretada, ya sí era guerra. Luego entonces, si la palabra guerra se borraba de todos los textos, si nadie estaba autorizado a pronunciarla, había llegado el fin de la confrontación, o nunca la había habido.
Algo similar ha sucedido con la expresión conflicto armado: Si se elimina, se extingue. Lo que no se nombra, no sucede, no existe. Sólo es aquello que se nombra, que se escribe y se publica. Así estamos acostumbrados a pensar en este país.
De ahí que no debamos extrañarnos por la insistencia en que no hay conflicto armado. La historia es una sucesión desordenada y contradictoria de ficciones escritas y realidades patentes. Como si no fueran los hechos los que dejaran evidencia, sino las palabras.
El filósofo Ludwig Wittgenstein, un lógico y matemático muy respetado en el mundo de las ideas contemporáneas, autor del breve pero casi hermético opúsculo titulado Tractatus Logicus Philosophicus y de una luminosa Conferencia sobre Ética, creía que lo que era de verdad importante en la vida era aquello acerca de lo cual era preciso guardar silencio. Podría decirse que Wittgenstein es el Filósofo de lo Indecible. Esta era una de sus consignas: "Paz en los pensamientos. Esa es la meta anhelada de quien filosofa".
Sucede que el llamado conflicto armado ha sido tan desproporcionado, tan cruel, tan inhumano, tan injustificable, pero sobre todo tan absurdo, que las palabras se vuelven impotentes para definirlo y comprenderlo. Por eso habrá que darle la razón a Wittgenstein: "De lo que no se puede hablar, hay que callar". Viéndolo bien, es un conflicto indecible. juanga@elcolombiano.com.co
3 comentarios:
Muy bueno su periodico, Excelentes los articulos de esta pagina de blog. Me gusto mucho el articulo del señor Hernan Echeverri y estoy completamente de acuerdo con el tema del editorial. Hay que pensar en la paz, en la justicia y en la reparación, pero no se puede desconocer que la autodefensa, al menos en sus inicios, fue delincuencia politica. lastima que la hubierna llenado de mafiosos.
Espero seguir encontrando periodicamente su informacion. Cada cuando cambian de edicion en internet?
HOLa amigos de uraba hoy.
que pasa con la sección urabiando que no aparece, es mi favorita.
gracias
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