N del E: Esta reflexión, lleva a pensar sobre las situaciones que ocurrieron en el conflicto colombiano, como han marcado a sus victimas y por que no, también a los victimarios y los alcances que tiene el perdón como elemento de la reconciliación. En nuestro concepto, la reconciliación tiene tres elementos, que son, Contiricción, perdón y resiliencia. una invitación a pensar, en términos de futuro, de Nación y de vida.
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Por: Alfredo Molano Jimeno tomado de :elespectador.com
El martes pasado, ante el pleno del Congreso, se cumplió uno de los grandes anhelos de los familiares del senador Manuel Cepeda Vargas, asesinado hace 17 años: ver al Estado asumir la responsabilidad política del crimen. Hoy, cuando su hijo Iván Cepeda Castro funge como representante a la Cámara, en la misma comisión en la que su padre trabajó y, de alguna manera, con las mismas banderas políticas, El Espectador conversó con él sobre lo que significó política y personalmente este acto.
¿Cómo vivió el ofrecimiento de disculpas por el asesinato de su padre?
Con una mezcla de sentimientos: por una parte una inmensa alegría, un sentimiento de satisfacción por un trabajo cumplido, un sentimiento de reconciliación conmigo mismo, porque siempre se carga el sentimiento de impotencia en relación con la injusticia. Uno siempre se pregunta: ¿Qué no hice bien o qué más hubiera podido hacer?, pero por otra parte hay un sentimiento de tristeza al pensar en que miles de víctimas de la Unión Patriótica no pudieran compartir un momento de esa naturaleza. Pero en forma predominante hay un sentimiento de triunfo. También porque son pocas las ocasiones en que podemos festejar el triunfo, y en este caso lo hemos logrado sobre la arrogancia del Estado, que es la que hemos experimentado durante 17 años. Funcionarios cínicos, indolentes, cuando no funcionarios interesados en echar por tierra y atentar contra todos los esfuerzos en materia de justicia. Así que ver el acto en el cual el Estado inclina su cabeza ante las víctimas es un momento que enaltece y llena de satisfacción y orgullo, manteniendo por supuesto la cabeza fría frente a la inmensa impunidad persistente en Colombia.
¿Cómo ha vivido el proceso del perdón?
A las víctimas se les pide sin ninguna contraprestación que otorguen perdón y a eso nos hemos opuesto radicalmente. Desde mi perspectiva no es posible dar un perdón frente a crímenes de lesa humanidad de manera gratuita. Sin que si quiera lo hayan pedido los victimarios. Los perdones no pueden ser otorgados de manera incondicional. En este caso no es una persona, no son los criminales de mi padre los que han pedido perdón. No son los autores materiales ni intelectuales, que hoy siguen haciendo esfuerzos por no ser identificados ante la justicia, los que han ofrecido excusas, sino es el Estado colombiano. Y pide perdón porque se lo han ordenado, aunque podría negarse, como lo hizo el gobierno anterior. Ante ese hecho hemos considerado aceptar esa petición, pero si se me pregunta si he perdonado a los asesinos directos de mi padre, diría que no: nadie me ha pedido perdón, ni los generales ni los señores que alentaron a Carlos Castaño. El señor Don Berna me pidió perdón en la cárcel de Nueva York y le dije que podría hacerlo cuando haya verdad en el caso de mi padre. No me niego al perdón, porque puede tener un mensaje político y ético, pero no de manera incondicional y gratuita. Las víctimas no tienen más que su dignidad y por eso hay que saber en qué momentos tiene sentido cada acto y creo que el martes tuvo sentido… creo.
¿Desde la perspectiva política qué significado tiene el acto?
Es el reconocimiento de un hecho: el asesinato de mi padre, que hace parte del universo de los asesinatos contra los miembros de la Unión Patriótica, es un hecho cometido por el Estado, por sus agentes y sus instituciones, en connivencia con grupos ilegales y garantizando la impunidad de esos hechos. Esto significa empezar a ponerle punto final a una discusión muy álgida y es que la UP fue exterminada por el Estado. Si bien es un acto simbólico, también es una señal para el futuro y es que otros gobiernos y otras víctimas podrán vivir actos similares. El día que se reconozca el genocidio político contra la UP habrá ganado la democracia. El mensaje para las otras víctimas es que es posible ganar la batalla por la justicia.
¿Cuál fue el recorrido para llegar a este punto?
Han sido muchos estadios, desde demostrar lo que ya sabíamos, probar la participación de los agentes del Estado, enfrentarse al miedo, hasta a la persecución. Ha sido un proceso largo que ha significado un trabajo colectivo que es el movimiento de Víctimas de Crímenes de Estado.
¿Haber llegado al Congreso contribuyó a resolver este proceso?
Fue una etapa de esa lucha. Es necesario que las víctimas accedan a cargos de poder político para que no sean otros los que decidan por ellas. Creo que mientras más personas que han vivido estas experiencias estén en los órganos de decisión política, será mejor. Mientras los sectores históricamente excluidos logren llegar a cargos de poder, podrán controlar el poder político.
¿Cuál es el último recuerdo que tiene de su padre?
He dicho que era un crimen inminente, con mi papá sabíamos casi cuándo iba a ocurrir. El hecho de que él hubiera viajado en junio del 94 indicaba la inminencia de ese asesinato, porque era una época en que la gente esperaba el día de su asesinato. Casi que todos sabíamos que le iba a llegar el turno. Era inexorable. En medio de esa circunstancia tan angustiante para mí, el asesinato mismo, corroborar que lo que pensábamos había sucedido, fue muy doloroso e indignante. La constatación de que ocurrió ese 9 de agosto fue un impacto no inesperado, pero de dimensiones que no calculé. A tal punto me conmocionó que a partir de ahí mi vida se transformó. Además, porque no era sólo el crimen de mi padre, era el acumulado de asesinatos de tantos amigos con los que construí mi infancia y mi juventud. Fue una especie de estallido interno. Esa mañana, como todas, él se despidió, pero ese día se le quedaron los papeles tres veces y yo estuve a punto de salir con él. Siempre he pensado: ¿Qué hubiera pasado si yo hubiera ido en el carro? ¿Cómo hubiera reaccionado? Esa mañana fue muy impactante.